¿Les ha pasado alguna vez que el Universo inesperadamente les regale un poquito de su magia, de una forma tan perfectamente tangible que les duela el corazón de tanta felicidad?
Desde hace unas semanas el Sr. Edith y yo tenemos la costumbre de salir a caminar y a tomar(nos) fotos del paisaje. Nah, la verdad salimos a mensear con la cámara y de repente tenemos la buena fortuna de captar buenas cosas.
Ayer caminábamos por la Macroplaza frente a los edificios de Infonavit y los edificios legislativos y de justicia. No recuerdo frente cual de ellos fue pero miré al cielo, con la cabeza completamente echada hacia atrás y lo ví: el ángulo perfecto del edificio parecía extenderse hasta el infinito, enmarcado por un cielo negro con una luna casi llena adornada coquetamente con tres estrellas al lado. Fue magnífico... excelso.
Me sentí tan cerca del Todo como pocas veces en mi vida. Mi corazón palpitaba fuertemente. Me dolieron los ojos de tanta belleza. Camino muy seguido por ese lugar. No es que me sea desconocido. Es algo tan común, tan corriente, tan diario, para mí y para mucha otra gente. ¿Dónde tenemos puestos los ojos? ¿En qué tanto pensamos que no vemos la belleza de lo cotidiano?
Si acostumbrásemos ver las cosas que nunca vemos tan vez seríamos más felices.
Pd. No creo que necesiten que se los diga, pero la foto no muestra ni el 10% de la belleza de la que fui testigo.